(...) Son la más salvaje, libre, la más irresponsable, la más inenseñable de todas las cosas. Por supuesto, puedes atraparlas y distribuirlas y colocarlas en orden alfabético en los diccionarios. Pero las palabras no viven en diccionarios. Viven en la mente.
(...) Son altamente sensibles, y fácilmente se incomodan y apenan. No les gusta que se discuta su pureza o impureza. Son muy democráticas, también. Piensan que una palabra es tan buena como la otra, y las palabras mal educadas tan buenas como las educadas, y las incultas tan buenas como las cultas: no hay rangos ni títulos en su sociedad. Tampoco les gusta ser examinadas por separado. Se pasean juntas, en enunciados, en párrafos - a veces en páginas enteras a la vez.
Odian ser útiles, odian hacer dinero, odian que se les den lecciones en público. En pocas palabras, odian cualquier cosa que les estampe un significado o las confine a una actitud, pues su naturaleza es cambiar."
Virginia Wolf
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